viernes, septiembre 19, 2008

Duda

Y si me quedo aquí, no podré verte, tendría que conformarme con tus oníricas apariciones nocturnas.

Nada que pueda realmente entibiar el otro lado de mi cama.

Extraño un abrazo, pero no cualquiera. Deberías saberlo ya, que aún a pesar de todo, te sigo esperando. No creo que sea testarudez, he intentado sacarte de mi sistema. Pero el tiempo y la distancia solo me hacen traerte cada vez más a mi memoria. En el silencio de la playa, te hablo y te sueño. Nada de lo que veo escapa a querer verlo contigo. Quisiera que supieras que aunque no lo quieras ni lo necesites, estoy para ti. Al otro lado de las palabras, entre los silencios y las esperas, allí estoy. Deambulando entre un momento a tu lado y todos los momentos que sueño estarlo.

No sé si pensarás que te acoso, quizás sea así. Quizás te incomodo. Yo solo quisiera poder darte lo que tengo para ti. El tiempo, las risas, las caricias. Los abrazos al dormir, las ganas de abrazarte. De escuchar tus palabras y rebatirlas hasta el último argumento. Las ganas de encontrarme un día enrollada en las sábanas de tu cama, albergando miles de caricias en mi piel. Buscando tu olor. Cobijando tus sueños. Capturando tu primera mirada.

Quisiera todo.

Pero los pasajes que tengo, parecen llevarme a otra parte. Tu viaje, está claro, abarca otros puertos. Tu mirada es solo una despedida constante.

martes, septiembre 09, 2008

Simetría

Ojos y manos enfrentados, un solo espejo me habla

Dentro de poco se habrá acabado.

Paso las páginas del libro sin pensarlo mucho, hay igualdad entre mis dos mitades. Ambas están ausentes.

Detrás de la mirada, asoma un pequeño fulgor. Algo que se niega a desvanecerse. Una pequeña flama de esperanza. Algo que recoger para no ceder.

Guardo el libro, el espejo me devuelve una triste imagen, cara ajada, manos temblorosas llenas de desesperanzada incertidumbre. El cabello cae como ramas moribundas, rodeando un rostro demasiado triste para sostenerle la mirada.

Unos colores desmadejados de alguna imagen olvidada, cubren su desnudez, permitiéndole guardar aunque sea algo de su tristeza para sí.

La imagen del espejo encarna la imagen de la desesperanza, como si fuese una criatura formada solo de oscuridades y tristezas.

Sus manos vacías, hacen dudar que alguna vez sostuvieron algo. Quizás solo el tímido fluir de su sangre por las venas.

Nada queda ahí. Solo el tímido trepidar agónico de una esperanza.