viernes, diciembre 19, 2008

Obsesión

Qué año de mierda había tenido. Ninguna conquista, solo batallas sin fin, sin inicio ni final. Solo mantenerse pendiente de la lucha.

Había vagado por un año gris. Lleno de dudas. De esquinas tristes. De rostros despidiéndose y miradas indiferentes.

Se había lanzado en picada a buscar lo que su corazón anhelaba pero se había estrellado contra un no rotundo.

Desde entonces trataba de sacarse ese afecto del sistema…incluso incursionó en algunos lechos, intentando revertir su suerte.

Pero ni ellas lo llamaban ni le hacían olvidar a aquella que le había dejado sin la luz que le daba la esperanza de su afecto.

Así se había dedicado a vagar durante el año.

Seguía haciendo lo mejor posible su trabajo, esmerándose en ser la mejor persona posible, pero dentro de él un murmullo le repetía constantemente que algo faltaba. Que cada acto, cada palabra, carecía de su presencia. Estaba, pero su ser se había perdido hace tiempo en un deseo imposible.

Así fue empeorando.

Se le comenzó a aparecer por las noches. Despertaba en la semipenumbra de su cama y allí estaba. Casi podía tomar su largo cabello entre sus manos y deducir las suaves curvas de su silueta a través de las sábanas de su cama. En silencio se quedaba observándola, sintiendo su aroma y la calidez de su cuerpo. Ansiándola pero sin el valor de tocarla, por temor a que se desvaneciese. Se quedaba así, reverenciándola, amándola con cada célula de su triste corazón, sin poder hacer más, hasta que finalmente se fundía en la tibieza del sueño.

El dulce amanecer le traía su embriagante aroma cuando su conciencia recién comenzaba a abrirse a un nuevo día. Y al abrir los ojos, rezaba, rogaba por encontrarla a su lado.

Pero los sueños habitan solo en la noche. Y ella debía huir al aparecer el día.

Y así comenzaba y terminaba toda luz.

Hasta la siguiente noche. Hasta el siguiente sueño.