sábado, febrero 21, 2009

Danza

Se dejaba llevar por el agua, arriba, más adentro.

Zambullido en esa estampida de espuma y sal algo quedaba atrás, como un puerto desde un barco que se pierde en el horizonte llamado océano.

Algo se desprendía de él, lo abandonaba mientras dejaba a la mar hacer con su cuerpo.

Quizás fuesen los recuerdos, quizás fuese esa pena grande que habitaba en él, muy abajo, lejos de la superficie, tal como los abismos en la profundidad del oceáno.

Así llevaba su pena oculta. Silente. Pero para él era lo más real de todo. La cortejaba, le huía y también discutía con ella. Con esa fisura que se trepaba por su alma y le quitaba la respiración.

Ese abismo era la huella de uno de esos eventos telúricos apocalípticos que a veces le tocan a algunas vidas. Esos que mueven tu centro de gravedad y te quitan la razón para impulsar a los pulmones a dar la siguiente bocanada.

Y aunque sonase a todas luces vulgar, su pena no era más que mal de amor. Pero no cualquiera. Ese amor había calado hondo en su alma, moldeándola como el mar a las rocas y la había transformado convirtiéndolo en otro.

Con otro brillo, una nueva piel y una sonrisa capaz de abrir brechas en el destino.

Había entrado en ella y sus corrientes le habían llevado a nuevos destinos antes impensados.

Se había regocijado en el constante arrullo de sus risas, en el suave encuentro de sus labios y en el eterno vaivén de sus caderas. Había habitado en ella hasta saciar la imperiosa necesidad de ahogarse en su ser.

Solo respiraba ella. Solo deseaba ser en ella.

Y estaba lleno. Por una vez nada más pedía.

Pero las corrientes cambian y naufragan los deseos y ante todo, el alma humana es tan joven y caprichosa como los designios de la espuma sobre las olas.

Así el alma que lo habitaba, decidió emigrar lejos de él, montada en otras corrientes.

Y su alma quedó ahogada de dolor, se hundió profundo, cavando adentro de él, buscando algún lugar en si mismo que no estuviese lleno de ella. Fisuró y abrió su alma hasta lo más profundo.

Y ahora estaba ahí dejándose invadir de nuevo por otra presencia. Se sumergió en la danza de las olas. Se dejó ir, sin luchar. Ya no había nada por lo que dar la siguiente brazada, nada que valiera el esfuerzo de una nueva bocanada de aire.

viernes, febrero 06, 2009

Mi sueño favorito

Corría a lo largo de la playa, mis pies hundiéndose en la arena húmeda y fría. El viento azotando mi pelo. Mi piel bañada de la brisa de mar, de la garúa que se suspendía sobre las olas. Corría. Buscaba. La garúa solo dejaba ver sombras. Y yo rezaba porque alguna de ellas fuese la sombra que añoraba. Era difícil saberlo. Solo podía desear que apareciera, que se encarnara en alguna de ellas. Los sonidos se fundían unos con otros, las gaviotas, las olas, el ruido de mis pasos, mi corazón vuelto tormenta, mis jadeos apagados. No podía pensar, todo mi ser latía en un solo deseo: encontrarle. La luz del amanecer que se empinaba sobre la cordillera me permitió saber que ahí estabas. Solo unos pasos más allá. De pie mirando el mar, solo verle y una sonrisa se abrió paso entre la penumbra de su ausencia. Lentamente, me detuve, caminando como si estuviese frente a un espejismo. No quería que se evaporara como la garúa al amanecer. Mirarlo era abrir mis sentidos a un sueño que venía apareciendo en mis noches desde que recordaba. Su rostro tranquilo translucía nostalgia y una pena tranquila que se columpiaba en la comisura de sus labios al sonreír. Su mirada se perdía en la inmensidad del mar mientras su cuerpo era azotado por el viento. Su pelo insistía en luchar contra el viento arremetiendo contra su rostro. Sus manos estaban abandonadas a los costados. Solo me quedaban unos pocos pasos para llegar hasta él, la angustia y el temor trepaban por mi garganta como olas golpeando la costa en medio de la tormenta… Seguí avanzando. Lentamente se volteó. Primero su mirada ausente pareció traspasarme, mirando algo que estaba en otro tiempo y en otro lugar. Luego pareció volver a este tiempo, a esta playa, a mí. Me detuve frente a él. Temerosa, tomé sus manos, las olas que rompían en mi garganta se aquietaron. Su mano se sentía real. Subí la vista para encontrarme con sus ojos, sus ojos de mar profundo. Perdida en esos ojos solo pude susurrar: - Eres mi sueño, mi sueño favorito.