La caperucita se levantó en silencio de la cama. Un nuevo amanecer bañaba el cuerpo del lobo. No quiso hacer ruido, temiendo romper el hechizo de la noche. Tomó su canasta, y se calzó sus zapatos, se acercó y besó suavemente al lobo.
Dio media vuelta, y se alejó. Ahora sin su capa, esa la había dejado cubriéndolo, como su única protección. Su ferocidad se la llevaba ella. Fue el tributo necesario para pasar la noche juntos.
Y todo por salirse del camino.
1 comentario:
Bello!
Personalemte, espero que la capa caiga más veces. No se puede paladear el sabor agridulce de un paseo por el bosque sólo con una vez.
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