martes, octubre 24, 2006

Monotonía

Pablo busca en su bolsillo una moneda y se la tiende al niño. El niño la recibe y la observa. Luego agradece, con el “gracias, socito” de rigor.

Continua caminado, de vez en cuando su mirada sigue a algún transeúnte. Nada muy interesante, piensa.

A pesar de todas las cuadras avanzadas, nada parece tentador. Nada parece llamarle.

Todo es demasiado gris y homogéneo. Las razones para habitar la vida se diluyen en un instante de inquieta monotonía.

Se aferra a sus recuerdos, como un alcohólico al último sorbo de su vaso.

En ellos hay de dulce y agraz, pero siente la vida que en algún momento lo llamó.

Recuerda un cabello abundante sobre su rostro. Y al final del cabello, una mirada y unos labios que lo traían a la tierra con fuerza.

Paseaba su memoria por ese recuerdo, el cabello largo que cubría unos pechos, un beso largo escondido bajo ese manto, justo al medio.

Recordaba la nariz que se asomaba de ese mar de hebras infinitas. Esa nariz que hurgueteaba en su pecho y en su cuello. Recordaba la espalda en donde terminaba esa cascada de suavidad, la espalda que acariciaba, con besos. Que abrazaba. Que sentía el retumbar de su corazón.

Recordaba los sonidos que aparecían desde atrás de esa cortina. A veces, una risas fuertes, casi escandalosas; otras, solo palabras; las más, gemidos y jadeos.

Y al final de ese cabello, solo la vida y la belleza. Solo la paz de saberse encontrado por alguien que lo sostenía en el suelo, que le daba tierra. Que hacía dotar de sentido al fluir del tiempo.

Pero nada. Nada es para siempre. Y al final del cabello, del mar de hebras infinitas, había otro mar, un afluente de color carmesí, que súbitamente bañó toda esa dulce cortina, se entreabría y dejaba ver la carne, roja. Un golpe certero era todo lo necesario para soltarse de esas amarras infinitas. De esa suerte de grillete simulado.

Nada que hacer. Era imposible vivir en tanta monotonía. Ese cabello se había repetido demasiadas veces, con sus labios, sus olfateos y sus gemidos. Odiaba la monotonía. Había que darle color a la vida. Y allí estaban sus cabellos teñidos de rojo.

6 comentarios:

Lovage dijo...

Paz, es que me impresiona tu manera de escribir...ahora yo te envidio a ti y mi envidia es mucho más feroz porque lo que me pasó a mi fue algo momentáneo, pero lo que tú tienes es un don, un don que perdurará y perfeccionará a través del tiempo.
Este texto está bello, en su historia, en su redacción, en sus palabras, en su manera...increíble, digna de una escritora.

Gracias por entregar esto tan bello

Jim™ dijo...

cresta... cresta,cresta,cresta,cresta,cresta...

Jim™ dijo...

sorry por la falta de elocuencia... me perdi esta vez...

besito hermana...

Terror Clown dijo...

Esta demasiado weno Paz, super bueno, realmente tiene dotes para estos.

Saludos

José Luis dijo...

me gusto si ta gueno
le llea talento mi niña

José Luis dijo...

me gusto si ta gueno
le llea talento mi niña