martes, marzo 18, 2008

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Tengo una copa. La cargo en mi mano. El vino en ella refleja mis nervios, mis ansias.

Un roce casual. Una proximidad inconsciente.

¿Es real? ¿Las caricias robadas son reales?

De qué manera se puede llamar a esa hambre de piel. A ese deseo funesto de cercanía.

Hay momentos en que aferrarse a una copa de vino no es suficiente para detener las miradas que delatan.

Arrojarse a la vida no es tan fácil. Encontrarse con quién esperamos, tampoco.

Tengo una copa de vino. Bebo de ella las nostalgias. Corre por mis venas recordándome caricias ausentes.

¿En qué lugar habita la esperanza cuando ya se acaba la última gota de vino y solo queda una copa vacía?

2 comentarios:

Lovage dijo...

En nuestro cuerpo.
La copa ya no es la copa, nuestro cuerpo toma el lugar de ella.
A veces no necesitamos una copa para beber vino.

Paz dijo...

Qué linda eres !!! Siempre entiendes tan bien!!!