lunes, febrero 12, 2007

Algo

Verse en un cuadrado. Trazar diagonales y rectas de un extremo a otro.

Sobre el plano proyectar curvas, Levantar arcos. Dibujar rombos, incluso triángulos.

Delinear objetos, juntar figuras, intersectar rectas.

Pasar de la geometría a la matemática, cinco dedos, se transforman pronto en diez, y en un gesto de pasión se vuelven solo uno. Voltearse y dibujar números.

Salirse del plano, y explorar los relieves. Trazar espirales con las lenguas, llenar cavidades tubulares, unir cuerpos, creando armonías.

Hacer simetrías de objetos asimétricos.

Encontrar cimas, trepar por ellas con la lengua, cobijarlas con las manos. Multiplicar los gemidos, sumar latidos, como una línea infinita. Generar un caos de piernas, manos, lenguas, besos, pechos…

Buscar un fin, un signo igual, un orden. Seguir la simple geometría de los cuerpos. Aplicar algo de física elemental, acción y reacción. También ir en contra de la gravedad, atentar contra ella, gracias a movimientos imposibles. Rasgar las superficies, morderlas. Lamer la piel. Oscilar entre el placer infinito y la efímera unión de los cuerpos.

Terminar en un concierto de gemidos que no caben en ninguna ecuación.

martes, enero 09, 2007

Memoria

Nunca podrás volver, hay momentos que huyen en el tiempo. Ocasos que desaparecen en la penumbra del olvido. Ya lo sabes, no es cosa de dejar ir solamente, también debes saber qué retener, qué imágenes vale la pena salvar del olvido. El tiempo no perdona, solo la memoria nos aleja de lo finito. Dale paso a tu memoria, deja que la vida entre en ella. Llénala de color, olor, permítete saborear tus recuerdos..Deja que la alegría invada este espacio, también algunas lágrimas. Protege tu sabiduría. Llénala de tus afectos, deja que tus amigos y sus risas vivan en ella. Búscate en ella, y podrás ver lo ganado.

lunes, diciembre 11, 2006

Sombra

Hay sombras que permanecen suspendidas sobre los hombros de las personas, trabajando solapadamente para enrarecer los actos, los amores y los sentimientos. Hay sombras que por más que nos esforcemos, no dejan penetrar la luz, que opacan todos los logros y esperanzas. Hoy una sombra se ha ido...pero ¿se ha ido? ¿Estamos libres ya de su poder? ¿Podremos llevar la luz a aquel territorio que antes era su dominio? Será el momento en que nos unamos y encontremos bajo el sol. Eso espero, pero que aún nos falta tiempo, aún es necesario que el viento y el sol laven los humores de ese oscuro reinado.

jueves, noviembre 16, 2006

Al final de la cuerda

Nadie puede, nadie pudo, nadie quiere.

Todos se alejan o me alejan.

Camino. Escucho las voces de una ciudad que me es ajena, en la cual soy una espía. Una forastera.

Veo a la gente pasar. Veo a las parejas besarse. Veo a los niños correr.

Nadie puede, nadie pudo, nadie quiere.

Lloro, hablo sola, pienso y me rió, estoy triste. Me alejo.

Tanta gente, tanta vida que ansío.

¿Cómo lo hacen? ¿Cómo logran ser parte?

Esas parejas, cómo logran llegar a ser.

Por qué milagrosa circunstancia pueden esos hombres mirar así a esas mujeres.

¿Qué me falta? ¿Por qué estoy aquí, sola? Estaré condenada para siempre a observar, distante.

Nadie me ve. Soy invisible. Nadie sabe de mí. Soy irrelevante. No tengo suelo bajo mis pies.

Yo que ansiaba calor, besos, miradas profundas y penetrantes. Yo que buscaba una mano que aferrar, un cuerpo que acoger, un camino que construir.

Ahora empeño mis días en las ansias. Ahora lleno mis días con esta hambre. Hambrienta me acerco a las parejas que se besan. Angustiada veo como me ignoran, como al interponerme en su beso, solo se estremecen. Cómo ignoran mis gritos, como mis manos atraviesan su piel.

Nadie puede, nadie pudo, nadie quiere...estar conmigo, vago en ninguna parte, recordando mi último aliento, bamboleándome al final de una cuerda, cuál péndulo, con mi cuerpo rígido. Saber con la profunda convicción que nadie supo verme y continuar, triste ironía, al final de la cuerda, convertida en alguien más invisible aún.

Ese día, nadie me lloró. Solo yo acompañé a mi cortejo, solo yo lloré por mi sorda vida. Solo yo estuve allí.

Ahora, continúa, soy más invisible aún…pero ya no hay camino, es todo igual, eterno, para siempre, invisible.

lunes, noviembre 13, 2006

Sobre rieles y carne

No esperes más, el sudor corre por mi espalda. Deja esos besos, quiero toda tu boca en mi boca. Quiero atrapar tu legua entre mis dientes. Vamos, acércate. Déjame clavar mis uñas en tu espalda. Quiero marcar mi deseo en tu piel. Lamer tu cuello tibio. Toma mis caderas y llévalas a ti. Mi piel de llama busca refugio en tu fuego. Abrázame. No te mantengas distante. Sé que me estás mirando. Sé que piensas lo mismo que yo. No, no bajes. Quédate cerca mió. Vamos, las puertas se abrirán otras veces. No hagas caso a la voz que indica tu estación. No me dejes. No te vayas.

viernes, noviembre 10, 2006

Sobre la escritura...

Estaba leyendo el blog de una amiga, y en él planteaba los motivos para escribir... Me parece un tema interesante ya que la escritura ha estado ligada a mi autodefinición desde mis más tiernos años (en la básica). Por ello no me resulta nada trivial el tema, por el contrario, es algo a lo cual recurro para vaciarme y también para procesar lo que vivo... Durante mucho tiempo fue el modo de decir lo que me ocurría, de pensar lo que quería, de pensar la vida. Pero, lamento que no haya pasado a más, que haya estado restringida a ese espacio limitado. Durante un tiempo quise ser el lujo cultural de mi familia, entre a estudiar literatura y todo, pero en vez de acercarme a ese camino, siento que me alejé. Hoy, luego de bastantes años, continúo viviendo con la escritura relegada a un espacio muy reducido... Pero siento que esta creciendo, y todo gracias a este espacio...a este espacio virtual en el que percibo el crecimiento de una comunidad de amigos, con quienes comparto esta historia, de juego, de cercanía, con la palabra. Todos distintos, todos con voces cada vez más definidas, cada vez más logradas, compartiendo sus visiones, unas tormentosas, otras llenas de pasión, con el mundo. Me fascina porque me siento obligada a escribir para no quedarme atrás, para no ser menos. Me encanta poder leer lo que los otros escriben. Me encanta saber que estas personas, estamos creando, con fuerza, nuestra propia representación del mundo.

miércoles, noviembre 01, 2006

Todo

Te dije que no puedo. Te lo advertí. Te conté de mis dolores y decepciones. Te dije que el tiempo era limitado .Que necesitaba más.

No callé nunca mis intenciones. Siempre fui honesta. Esperé un tiempo. Es cierto que fue bueno.

Pero sabías que yo lo quería todo. Todo.

Parecías no comprender el alcance de esta palabra. Yo quería tu beso, profundo e infinito; aferrándome a tu espalda, arañar tu piel; colgada de tu mano, susurrar palabras; atrapada en tu mirada, desafiar tu ser. Quería que buscaras mis cicatrices para poseerlas, tomar mi piel como un territorio por poblar, desear mi voz en tu oído; querer invadirme con tu mirada, amar cada instante compartido, y vivir la ausencia con ansias y dolor.

Pero no pudiste. No quisiste.

Ahora debo decidir. Ahora ya nada es fácil. Nuevamente es todo o nada.

Yo te quiero todo. Por lo que solo queda por hacer algo extremo. Ya no podrás huir de mí. Te tendré tan cerca de mí que nadie podrá ver la distancia entre tú y yo.

Vamos, trozo por trozo, entrarás en mí. Gota a gota haré que tu sangre sea mía. Cada célula se unirá indivisiblemente a mí. ¡Qué manjar voluptuoso eres! Ya nadie dudará que estamos unidos para siempre. Que soy todo para ti.

martes, octubre 31, 2006

Creo. Sé. Siento.

Tomar un camino. Descender. Divagar. Sentarse a observar como el mundo fluye. Contemplar desde lo alto lo que sucede.

Desdoblarse y buscar lo que me he perdido. Los caminos que no recorrí. Los puntos ciegos en mi historia.

Ver desde cerca aquellas cosas que sí he retenido, aquello que conciente y persistentemente he buscado. Preguntarme si acerté al optar. Si mi voluntad era esta, si estoy siendo fiel a mi misma y a mi destino.

Preguntarme si estoy dejando escapar algo al retener lo que no es. ¿Cómo saberlo?

Ya no quiero forzar nada. Aprendí que no puedo forzar nada. Y también que no puedo esperar por siempre.

Creo. Sé. Siento. Hay alguien para cada persona. Hay un complemento.

Pero tanto camino recorrido, tantas esperanzas apagadas. A veces quisiera desistir. Duele.

Pero también es bueno, buscar, querer y entregarse a quienes te encuentras en esa búsqueda. A quienes, supongo, viven lo mismo que yo. El deseo de habitar en alguien que viva en ti como en su hogar.

Yo espero. Observo. Miro y saboreo.

Mientras sigo encontrando otras cosas, buenas, distintas.

Por eso mi mirada siempre escudriña, a veces a otros, a veces a mi misma. Analiza.

Alguna vez encontraré una mirada en la que me pierda, me hunda y me encuentre. Algunas vez escudriñando descubriré a alguien hecho de mi misma materia. Quizás está oculto. Quizás teme.

Quizás ya me acompaña y aún no lo sabe…

Estoy contemplando. Estoy esperando.

martes, octubre 24, 2006

Monotonía

Pablo busca en su bolsillo una moneda y se la tiende al niño. El niño la recibe y la observa. Luego agradece, con el “gracias, socito” de rigor.

Continua caminado, de vez en cuando su mirada sigue a algún transeúnte. Nada muy interesante, piensa.

A pesar de todas las cuadras avanzadas, nada parece tentador. Nada parece llamarle.

Todo es demasiado gris y homogéneo. Las razones para habitar la vida se diluyen en un instante de inquieta monotonía.

Se aferra a sus recuerdos, como un alcohólico al último sorbo de su vaso.

En ellos hay de dulce y agraz, pero siente la vida que en algún momento lo llamó.

Recuerda un cabello abundante sobre su rostro. Y al final del cabello, una mirada y unos labios que lo traían a la tierra con fuerza.

Paseaba su memoria por ese recuerdo, el cabello largo que cubría unos pechos, un beso largo escondido bajo ese manto, justo al medio.

Recordaba la nariz que se asomaba de ese mar de hebras infinitas. Esa nariz que hurgueteaba en su pecho y en su cuello. Recordaba la espalda en donde terminaba esa cascada de suavidad, la espalda que acariciaba, con besos. Que abrazaba. Que sentía el retumbar de su corazón.

Recordaba los sonidos que aparecían desde atrás de esa cortina. A veces, una risas fuertes, casi escandalosas; otras, solo palabras; las más, gemidos y jadeos.

Y al final de ese cabello, solo la vida y la belleza. Solo la paz de saberse encontrado por alguien que lo sostenía en el suelo, que le daba tierra. Que hacía dotar de sentido al fluir del tiempo.

Pero nada. Nada es para siempre. Y al final del cabello, del mar de hebras infinitas, había otro mar, un afluente de color carmesí, que súbitamente bañó toda esa dulce cortina, se entreabría y dejaba ver la carne, roja. Un golpe certero era todo lo necesario para soltarse de esas amarras infinitas. De esa suerte de grillete simulado.

Nada que hacer. Era imposible vivir en tanta monotonía. Ese cabello se había repetido demasiadas veces, con sus labios, sus olfateos y sus gemidos. Odiaba la monotonía. Había que darle color a la vida. Y allí estaban sus cabellos teñidos de rojo.

9 pisos

Subía al ascensor sin pensármelo mucho. Ya habíamos dado demasiadas vueltas como para ponerse nerviosos. Simplemente había que trepar por el edificio, los nueve pisos. La rosa en mi mano, los amigos cerca. Qué mejor razón para solo estar. Pero, mientras pasaban los nueve pisos, el tiempo me tendió una de sus trampas. Y escondido tras el reflejo de las espaldas de mis amigos, encontré un reflejo. Y dentro de ese reflejo hallé unos ojos.

Y, así, mientras el cuerpo trepaba los nueve pisos, me perdí en el temor.

Aquellos ojos sostenían mi mirada, develando. Me supe arrinconada, incapaz de liberarme de esos ojos que penetraban hasta el fondo de mí.

Busqué modos de huir, de evitar esa inquisición. Pero era inútil. El eterno ascenso solo me permitió rendirme.

Deje de luchar, y esos ojos entraron en mi. Supe de mis mayores temores. Supe de mis grandes placeres. Supe de mis dudas. Nada se escapaba de esa mirada. Todo lo sabía de mí. Todo lo quería. Deseaba.

El deseo solo llevaba a confrontar mis logros, mis derrotas, mis anhelos. Cuestionando todo aquello que hago y que soy. Preguntarme qué haces en este ascensor, ¿viviendo una segunda adolescencia? Y escuchar las risas estruendosas que esos ojos proferían.

Querer huir. Querer llorar. Y que nadie se diera cuenta. Estar allí, sosteniendo esa mirada sin que nadie pudiese ayudarme.

Estar sola frente a mí. Qué cruel viaje. Y eran solo nueve pisos.

Aliviada, sentir que la puerta se abre a mis espaldas. Y saber que puedo huir nuevamente. Que esa mirada no me hallará aún. Que esas preguntas pueden esperar. Que aún hay tiempo.